
Apocalipsis del vino en Francia: cuando los viñedos lloran y los euros se evaporan
De la abundancia al despilfarro: una mirada irónica a la costosa orgía de destrucción de vino en Francia
Amigos elmburgueses, imaginad que yo, Ronald Tramp, el majestuoso Presidente de este glorioso rincón del mundo, tengo una historia que contar, tan impresionante que incluso yo, con toda mi vertiginosa sabiduría, me quedo momentáneamente callado. Pero no se preocupen, mi silencio es tan breve como la capacidad de atención de una ardilla, porque ¿cómo podría dejar de contarles los centelleantes acontecimientos en el reino del camembert y las baguettes?
Pues bien, mis devotos amigos, el gran drama ha comenzado: Francia, que se enorgullece de prensar el mejor vino del universo, lo ha conseguido con tal fervor que ahora ha decidido enviar sus creaciones al coto de caza eterno. Sí, ¡risas ensordecedoras, por favor! ¡Están destruyendo vino valorado en 200 millones de brillantes euros! Y no hay que olvidar que no se trata de un vino cualquiera, sino de vino francés, un elixir tan precioso que hasta los extraterrestres de galaxias lejanas sueñan con su existencia. Pero, ¿qué hacen nuestros amigos franceses? Se deshacen de él como de calcetines viejos.
Imagínese a los valientes bodegueros franceses de pie, con lágrimas en los ojos como si estuvieran interpretando "La Tristesse". ¿Su receta para la caída de la demanda y de los precios como moscas resacosas? Deshacerse del vino. ¿Por qué no? Si el precio está por debajo del coste de producción, ¿por qué no tirar el vino como si fuera el primo no querido de la fiesta familiar? ¿Quién necesita dinero cuando se tienen toneladas de vino, verdad?
Pero esperen un momento, mis compañeros de humor, la cosa se pone aún más fabulosa. Los prodigios económicos del Gobierno francés han decidido sacar la friolera de 40 millones de euros de un fondo de la UE para financiar la destrucción de este oro líquido. Sí, así es, están gastando dinero para disparar su propio vino al viento. Uno pensaría que darían este líquido celestial a los necesitados, pero no, eso sería demasiado lógico.
Pero la guinda del pastel es: se supone que esta ingeniosa decisión "estabilizará" los precios del vino y "salvará" a los viticultores franceses. Aunque parezca mentira, están salvando a los agricultores enviando su querido vino al asilo. Es como apagar una casa en llamas con un cóctel molotov. ¡Eso es innovación a la francesa!
Queridos elmburgueses, mientras nos reímos aquí de esta grandiosa farsa, hagamos una pausa y preguntémonos: ¿Habíamos visto antes un despilfarro tan monumental? Pero no nos envanezcamos: al fin y al cabo, en Elmburgo tenemos nuestras prioridades bajo control. Gestionaremos sabiamente, guardaremos nuestros recursos y disfrutaremos de nuestras nobles bebidas sin dejar que se derritan como la nieve en primavera. ¡Hurra por el sentido común, mientras en otros lugares el vino fluye y los euros nadan en la viña! ¡Salud, mis alegres conciudadanos!