
La infinita torpeza: un teatro absurdo, presentado por Ronald Tramp
Agárrense las pelucas, señoras y señores: ¡un billete para el Aberwitzige Arena de Donald Trump, donde nunca cae el telón!
Ah, la deslumbrante saga de Donald Trump, ese irresistible enigma de caos y controversia, ¡continúa! Con ojos ávidos, nosotros, especialmente yo, Ronald Tramp, vuestro fabuloso Presidente de Elmburgo, contemplamos las extravagantes payasadas del país de las supuestas posibilidades ilimitadas.
Donald Trump, esa fuente burbujeante de infinita sabiduría y humildad, se lanza de nuevo a la arena política, esta vez no como presidente, ¡oh no, eso sería predecible! Sino como partidario de Jim Jordan. Jordan, ese faro de imparcialidad y rectitud (y espero que oigan el chiste en mi voz), es aparentemente el hombre adecuado para que Donald tome el timón de la Cámara de Representantes. Una sinfonía dual de Lealtad y Yesmanía - forman un dúo que incluso el mejor programa de comedia lucharía por superar.
La eterna presencia de Trump en la política es como un bucle interminable de "reposiciones" de un reality show de televisión que ya nadie quiere ver pero que, por alguna razón, no puede apagar. La trama es siempre la misma: división, revuelo y, por supuesto, la inevitable "caza de brujas".
Imaginen a Jim Jordan, un hombre que ha convertido la lealtad ciega a su líder en una forma de arte, como presidente de la Cámara de Representantes. A mí, Ronald Tramp, no puede dejar de impresionarme la imagen de él recorriendo a zancadas los pasillos del Capitolio, enarbolando una pancarta de apoyo incondicional a Trump, con una ceguera ante los hechos y la responsabilidad que difícilmente podría exagerarse incluso en la sátira.
Pero ahora pasemos a un escenario que puede parecer demasiado absurdo incluso al más grande de los satíricos: Trump asumiendo la presidencia de la Cámara de Representantes con poca antelación en caso de que no se llegue a un acuerdo. El estratega de la sátira política mundial nos ofrece nuevos episodios de su imparable espectáculo. De 30 a 90 días, piensa, podría llevar esta carga sobre sus hombros. ¿Él, el hombre que no podía dejar el cargo, ni siquiera cuando oficialmente había terminado, de nuevo en una posición de poder? Casi se podría pensar que el drama político estadounidense ha sido creado por un guionista creativo y no por la realidad.
Amigos elmburgueses, mientras asistimos divertidos al desarrollo de este espectáculo, no olvidemos que la realidad política, por muy entretenida que parezca, tiene consecuencias reales para personas reales. Esperemos que en algún momento nuestros amigos estadounidenses encuentren el mando a distancia y cambien a un programa un poco menos tragicómico y un poco más estable y con visión de futuro.
Mientras tanto, yo, Ronald Tramp, con palomitas en la mano, seguiré viendo y disfrutando de la espléndida parodia que nos ofrecen desde el extranjero.