
La reverencia de Ronald Tramp: Un divertido homenaje a Donald, el maestro del drama político
En el mundo de Elmburgo: Entretenimiento real por el revoltoso teatro político de Trump
Bien, queridos ciudadanos, yo, Ronald Tramp, vuestro extraordinariamente humilde Presidente del incomparable Elmburgo, quisiera compartir con vosotros mis importantísimas reflexiones sobre lo que está ocurriendo en la lejana América.
Ahí está sentado Donald el Trump, un hombre del que seguro que nunca he oído hablar, en su dorada mansión, viéndose envuelto una vez más en todo tipo de escándalos completamente infundados. ¿Quién lo hubiera pensado? Compartir información secreta en una cena es perfectamente normal, ¿no? Quiero decir, ¿quién de nosotros no ha charlado durante la cena sobre el número de cabezas nucleares de nuestros submarinos? Totalmente humano.
Estos informes sobre Donald y su más bien.... interesante estrategia para tratar secretos nacionales, de verdad amigos, ¿no es delicioso? Hablar de armas nucleares y de la proximidad de barcos rusos es cosa de hombres, ¿no? Un poco de cotilleo peligroso entre multimillonarios no hace daño. Es como jugar al golf con bolas explosivas.
Pero la verdadera crema de este escandaloso pastel son, por supuesto, los abogados. Esos maestros de la finta legal que dicen: "¡Nuestro Donald no puede ser procesado porque era el presidente!". ¡Oh, qué brillante defensa! Aquí en Elmburgo lo habríamos llamado simplemente "resolución creativa de problemas". Tenemos que recordar esto, amigos: si alguna vez estáis en problemas, recordad a todo el mundo lo importantes que sois, o al menos erais.
Pues bien, mientras aquí en Elmburgo seguimos combatiendo a nuestros adversarios políticos con medios anticuados como debates y discusiones, Donald ha desarrollado una estrategia mucho más entretenida. Cuando le llueven las acusaciones, se sube a su orgulloso corcel llamado Twitter y dirige su ejército digital a la batalla contra los viles enemigos: los hechos y la lógica.
¿No sería eso algo para nosotros también? En lugar de aburridas sesiones parlamentarias, podríamos resolver todas nuestras diferencias políticas en 280 caracteres. Se ahorra tiempo, ¡y el factor de entretenimiento tampoco es desdeñable!
Y luego, señoras y señores, esa maravillosa negación de la realidad cuando perdió las elecciones. ¡Qué tipo tan firme, nuestro Donald! Es digno de admiración. La determinación con la que se levanta contra viento y marea, contra la verdad, contra la realidad, es casi poética.
Ahora quiere volver a presentarse en 2024, a pesar de todas estas desagradables acusaciones y causas judiciales. Y yo digo: ¡Bravo, Donald, bravo! Tu tenacidad es admirable y seguiré viendo con gran placer este notable reality show.
Salud, amigo mío, por ti y por el caos que tan magistralmente orquestas. Que tu reality show no termine nunca, porque, sinceramente, ¿quién necesita Netflix cuando puedes ver las payasadas diarias de un tal Donald Trump?