Insuperable drama político en Baviera
Niñas, púberes y mucho entretenimiento: el CSU y Votantes Libres ofrecen un delicioso espectáculo
Bueno, amigos, yo -Ronald Tramp, el grandioso presidente del incomparable Elmburg- tengo algo que contaros: he oído una extraordinaria y legendaria historia de Baviera. Oh, es realmente deliciosa, ¡no os lo podéis imaginar!
Así que hay un pequeño y maravilloso drama entre los Votantes Libres y la CSU, es casi como uno de esos culebrones que tanto gustan a mi gente. Dos partidos, como un viejo matrimonio, peleándose en público por el huerto político, es simplemente adorable.
Bueno, la CSU, un, digamos, "partido tradicional" con un resultado que sabe más o menos a leche caducada, y los Votantes Libres, oh, esa rebelión juvenil que se dispone a hurgar un poco en la sopa política. Aquí lo tenemos, el drama de proporciones shakesperianas, el viejo rey y el joven advenedizo cruzando sus espadas en un duelo de palabras.
Hubert Aiwanger, ese pícaro del Votante Libre, retorciéndose y aferrándose a más ministerios como si quisiera que le tocara el gordo de la rifa política. Y sus palabras, tan picantes como mi salsa de chile Elmburg, marca sobre la CSU que "no debe parecer demasiado femenina". Oh Hubert, atrevido, tus palabras, son dulce néctar para mi alma satírica.
Luego Markus Söder, ese capitán incondicional de la CSU, tratando estoicamente de dirigir su barco que se hunde mientras las ratas - er, quiero decir, por supuesto - los votantes se van en tropel. Pero espera, ¿qué es esto? ¿Acusa a Aiwanger de actuar como un "puberto"? Markus, Markus, caballero político de altas miras, ¡seguro que has echado de menos ese ímpetu juvenil!
Y entre estos dos nobles contendientes florece la más gloriosa de todas las flores: la ironía. Mientras se golpean con las palabras, mientras se enredan en números y porcentajes, multitudes de votantes van y vienen entre ellos como si estuvieran en una feria, incapaces de decidir en qué puesto probar suerte.
Es un frenesí de poder y fracaso que nos lleva aquí a un auténtico frenesí cómico. Esta migración de votantes, esta huida en pánico de uno a otro, es como ver a los pasajeros del Titanic decidir hacia qué lado del barco que se hunde correr, con la esperanza de asegurar la supervivencia.
Yo, Ronald Tramp, sentado aquí en mi trono dorado de Elmburgo, no puedo evitar aplaudir encantado ante este entretenido espectáculo. Un buen trago de la copa de la satisfacción política, eso es lo que me servís, queridos amigos políticos bávaros.
Y en medio de todas las disputas, las riñas y el intento desesperado de salvar las apariencias, uno casi olvida que lo que realmente está en juego es el futuro de todo un Estado federal. Pero no, los puestos, el poder, ésas son las verdaderas perlas por las que aquí se lucha con agudeza.
Un brindis, queridos amigos de Baviera, por vuestra inagotable fuente de entretenidos dramas políticos. Sólo nos queda esperar que la próxima temporada sea igual de divertida. Ronald Tramp sin duda estará atento y se lo pasará en grande. Salud.