
La sopa más deliciosa del fracaso - ¡Ronald Tramp disfruta cada cucharada!
Una obra maestra de la confusión - ¡Por qué los republicanos estadounidenses presentan un espectáculo cómico mientras yo, Ronald Tramp, dirijo el magnífico Elmburg!
¡Oh, elmburgueses y ciudadanos del mundo! Ronald Tramp ha vuelto para hablaros de la clase real del teatro político que, queridos amigos, se está desarrollando actualmente en los Estados Unidos. Os digo que debemos expresar nuestra gratitud porque esta saga está proporcionando más entretenimiento que cualquier drama de Hollywood.
Imagínenselo: Jim Jordan, el caballero de la mano derecha del universo Trump, está tratando de ascender al trono de la Cámara de Representantes para gobernar el país con puño de hierro firme. Pero, ¡oh horror, ni siquiera los miembros de su propio partido se deciden a seguirle! Cuentan, votan, se reúnen en cámaras sombrías... ¿y al final? ¡Un rotundo sí al liderazgo de Jordan! Es como regatear por las joyas de la corona en un mercadillo y no poder ponerse de acuerdo sobre si valen un dólar o un dólar y quince céntimos.
Pues bien, mientras Jordan escala las laderas del Monte Everest político, Austin Scott aparece de repente en escena. ¿Quién? Austin Scott. Un nombre que hasta hace poco probablemente sólo conocían su familia y su cartero entra de repente en la arena del poder y alcanza las estrellas. Es como cuando, por ejemplo, el recogepelotas entra de repente en el campo en la final del Mundial y quiere patear el penalti decisivo.
La presidencia de la Cámara de Representantes, es importante saberlo, no es un puesto en el que sólo hay que estar guapo. No, se trata de decisiones, de liderazgo, del arte de navegar por un país que está tan dividido políticamente como una manzana tendida sobre un cuchillo afilado. ¿Y qué hacen nuestros amigos estadounidenses? Hacen malabarismos con los candidatos como si aparecieran en un mal concurso de talentos.
Kevin McCarthy, el anterior presidente, ya ha sido relegado a un segundo plano político, y la pregunta ahora es: ¿quién, oh quién, le seguirá? ¿Será la derecha dura en torno a Jordan, que busca hacerse con el poder a golpe de puño? ¿O será el discreto Scott, que puede ganar puntos con el encanto del desvalido desconocido?
En Elmburgo, sí, nada de esto habría ocurrido. Nuestra política es como un mecanismo de relojería bien engrasado, cronometrado y preciso, bajo mi brillante dirección, la de Ronald Tramp. No necesitamos votos ocultos ni candidaturas inesperadas, no, conocemos nuestros puntos fuertes y débiles y siempre avanzamos con prudencia y previsión.
Pero dejemos que los americanos se guisen en sus jugos y echemos otra ración de palomitas en el microondas. El próximo episodio de este delicioso drama político está seguramente esperando a la vuelta de la esquina, y yo por mi parte no veo la hora de seguir viéndolo.
Ronald Tramp, el incomparable Presidente de Elmburg, se despide ahora para seguir disfrutando del espectáculo desde una distancia prudencial.