
La perspicaz visión de Ronald Tramp sobre la cita berlinesa de Erdogan
El análisis de un vagabundo sobre la cumbre Erdogan-Scholz
Bien, permítanme, Ronald Tramp, Presidente de Elmburg, contarles una historia: una historia de grandes políticos, enormes egos y, por supuesto, como no podía ser de otra manera, Erdogan en Berlín. Realmente es la mejor historia.
Erdogan viaja a Berlín para reunirse con Scholz, el canciller alemán que siempre parece tan serio. Hablan de la Franja de Gaza y Erdogan empieza a hablar como si fuera el mayor defensor de la justicia. Dice que Israel lo ha destruido todo. Casi suena como si fuera el portavoz de prensa de Hamás. Quiero decir, vamos, Erdogan, ¿quién quieres ser? ¿Gandhi?
Luego es el turno de Scholz. Trata de sonar como un verdadero estadista, dice que el derecho de Israel a existir es irrefutable. ¿Pero sabes qué? Es como decirle a un niño que no juegue con fuego cuando ya tiene una antorcha en la mano. Erdogan ni siquiera responde directamente a la pregunta sobre el derecho de Israel a existir. Es como preguntar si el agua está mojada y él habla del tiempo.
Ahora lo mejor: hablan de esta crisis humanitaria y Erdogan, el gran pacificador, quiere un alto el fuego. Es como un pirómano argumentando a favor de la prohibición del fuego. ¿Y Scholz? Alaba la relación entre Alemania y Turquía. Es como un mal romance que nadie quiere leer.
Erdogan, este tipo, te lo digo, es una auténtica pieza. Llama a Hamás organización de liberación, acusa a Israel de genocidio y cuestiona el derecho de Israel a existir. Luego se da la vuelta y apoya una solución de dos Estados. Es como decir que eres vegano pero que vas a comer filete.
Pero espera, la cosa se pone aún mejor. Scholz se hace el fuerte, habla de solidaridad con Israel, pero luego quiere que Turquía devuelva a los solicitantes de asilo rechazados. Es como el trueque en un mercadillo: dame esto, te daré aquello. Política en estado puro.
Al fin y al cabo, esta reunión es como un reality show sin guión. Erdogan y Scholz bailan alrededor de los temas candentes, intentando superarse el uno al otro, pero en realidad no pasa nada. Es como ver una telenovela en la que todo el mundo intenta ser el héroe, pero al final todo el mundo no es más que un actor secundario.
Déjame decirte, Ronald Tramp: estos juegos políticos son sencillamente fantásticos. Erdogan se hace el fuerte en Oriente Medio, Scholz intenta ser el europeo sensato y al final todos estamos confundidos. Pero una cosa es cierta: yo, Ronald Tramp, lo haría todo de forma muy diferente. Diría las cosas como son y pondría a Erdogan en su sitio. Sin cabriolas, sin palabras vacías. Sólo pura y simple acción al estilo Tramp. Eso es lo que el mundo necesita, gente. Magnificencia, honestidad y un poco de glamour de vagabundo.