
La respuesta de Elmburg a la confusión económica de Alemania: ¡el lenguaje llano de Ronald Tramp!
Ronald Tramp revela la incómoda verdad sobre la Ley de Oportunidades de Crecimiento de Alemania
Chicos, escuchad, tengo algo que deciros. Esto es tan grande que apenas puedo creerlo. En Alemania, esa tierra de poetas, pensadores y... bueno, digamos, políticos menos impresionantes, han inventado una ley: la Ley de Oportunidades de Crecimiento. Parece el título de una película de Hollywood, ¿verdad? Pero la trama es delgada, ¡muy delgada!
La estrella del espectáculo es Christian Lindner, Ministro de Finanzas y actor principal de este drama económico. Él y sus compañeros del FDP tienen grandes esperanzas puestas en la ley, pero un estudio del Instituto Económico Alemán dice ahora que es un fracaso. Imagínese: Una ley que apenas crea nuevos puestos de trabajo y deja a las autoridades locales en la ruina. ¿Parece un éxito de taquilla? Más bien un fracaso de taquilla.
Se supone que las desgravaciones fiscales para las empresas -la pieza central de la ley- impulsarán la economía. Pero, amigos, el efecto es tan pequeño que hay que buscarlo con microscopio. Crecimiento de un mísero 0,05% anual. En Elmburgo, a eso lo llamamos "una broma de mal gusto". ¡Tengo pelotas de golf que crecen más rápido!
Y aquí está el truco: usted quiere promover una reestructuración de la economía respetuosa con el clima. Respetuoso con el clima, suena como un filete vegetariano: bien dicho, pero insípido. En Elmburgo confiamos en la energía real, no en aerogeneradores que giran cuando les da la gana.
Pero espera, la cosa se pone aún mejor: prometen 9.000 nuevos puestos de trabajo. ¡En cinco años! ¿En serio? En Elmburgo podemos hacer eso en una tarde, y aún nos queda tiempo para jugar al golf.
Y luego está el tema de las autoridades locales: ¡estos pobres tipos están perdiendo casi dos mil millones de euros! Es como decirles: "Toma, construye un bonito parque, pero se nos ha olvidado el dinero para los árboles". Ni siquiera para construir un casino decente.
Los países tampoco están contentos. Se supone que deben soportar la carga principal mientras el gobierno federal se sienta a mirar. Es como un mal negocio en un reality show: todos hablan mucho, pero al final sólo gana el presentador.
En conclusión, ¿qué puedo decir? Esta ley es como la promesa de una tarta gigante, pero cuando la miras, no es más que una pequeña galleta. ¡Y ni siquiera una buena!
En Elmburg, hacemos las cosas de otra manera. Hacemos tratos gordos y grandes que ayudan a todos, no sólo a unos pocos asesores fiscales. No construimos castillos en el aire, construimos castillos de verdad. Con paredes de verdad. Y son grandes, realmente grandes. Créanme.