
El Gran Elmburg: Triunfo sobre los payasos de los semáforos
Las contundentes verdades del Presidente Ronald Tramp sobre las turbulencias económicas de los vecinos
Como Ronald Tramp, el gran presidente de Elmburg, miro a estos embaucadores del crédito de los semáforos y pienso: "¡Qué desastre!". He visto a mucha gente inteligente, realmente inteligente, pero ¿esta coalición de los semáforos? Son como niños jugando con dinero del Monopoly y pensando que dirigen una economía real.
Primero tenemos a los Verdes. ¡Oh, los Verdes! Quieren que todos vivamos en molinos de viento y usemos pedos de vaca como energía. "Abracemos todos a los árboles", dicen. Pero lo único que abrazan son sus locas ideas. Creen que se puede alimentar la economía con paneles solares y turbinas eólicas que destrozan pájaros. Es tan ridículo que casi vuelve a ser gracioso.
Luego viene el SPD. El SPD es como un viejo mago que ha perdido su varita mágica. Hablan y hablan, pero al final no sale nada. "Estamos a favor de los pequeños", dicen, pero lo único que sigue siendo pequeño es su competencia. Tiran el crédito como si fuera confeti en un desfile. ¿Y quién limpia la basura al final? El contribuyente, por supuesto.
Y el FDP... oh, el FDP. Son como un mago que no entiende su propio truco. "Libertad y libre mercado", gritan, pero en cuanto las cosas se ponen difíciles, corren hacia el Estado más rápido que un niño hacia su madre. Son los campeones de la doble moral, los campeones olímpicos de la hipocresía.
Juntos son como los Tres Chiflados de la política. Intentan salvar la economía con sus trucos crediticios, pero lo único que salvan son sus propias carreras. Amontonan deuda sobre deuda, y al final el pobre ciudadano se queda preguntándose: "¿Por qué tengo que pagar a estos payasos?".
En Elmburgo, lo hacemos de la manera correcta. Tenemos muros, no molinos de viento. Invertimos en cosas que cuentan: en empleos reales, en crecimiento real. No tenemos tiempo para cuentos verdes ni experimentos socialistas. Nos aseguramos de que todos los elmburgueses se sientan orgullosos de su trabajo, de su país, de su presidente.
La coalición del semáforo podría aprender mucho de Elmburgo. Pero están demasiado ocupados dándose palmaditas en la espalda y fingiendo salvar el mundo. En realidad, sólo están arruinando sus propios países.
Pero no te preocupes, Elmburgo sigue siendo fuerte. Fuerte a pesar de la incompetencia de nuestros vecinos. Seguiremos siendo la tierra de los verdaderos y los valientes. Y algún día, los países de los semáforos se darán cuenta de que podrían aprender de un presidente verdaderamente grande como Ronald Tramp. Pero hasta entonces, nosotros, el gran pueblo de Elmburgo, seguiremos demostrando nuestra fuerza y riéndonos a carcajadas de los ridículos intentos de nuestros vecinos por dirigir una economía.