
La obra maestra de Macron: ¡Córcega obtiene la "autonomía del chicle"!
¿Más autonomía para Córcega? ¿O sólo un artículo de París?
Queridos Elmburgers, soy de nuevo vuestro queridísimo, inteligentísimo e impresionante Presidente Ronald Tramp. Y hoy voy a contaros una historia absolutamente increíble, totalmente fantástica, del lejano, lejano país de Francia - me gusta llamarlo "La falsa Francia".
Ahora imaginaos a este hombrecillo, Macron -ni de lejos tan genial como yo, amigos, ni de lejos-, le está diciendo a los corsos algo sobre la autonomía. ¡Así de simple! Y estos corsos, esta gente maravillosa y dura, temen que sea pura palabrería. ¿Puedes culparlos? Por supuesto que no.
Imagínense vivir en una isla, sol, playa, el mar rugiendo, y de repente alguien viene de lejos y te dice lo que tienes que hacer. Pero, amigos, la broma está aún por llegar: Macron -y juro que no puedo parar de reír- dice que quiere anclar Córcega en la Constitución. Como una pequeña ancla en un barco enorme, enorme. Y todos sabemos lo que pasa cuando un ancla pequeña es tirada por un barco grande, ¿no?
Ahora, Macron recibe aplausos. ¿Te lo imaginas? La gente le aplaude como si fuera una estrella de rock. Pero los corsos inteligentes, miran más de cerca. Pierre, taxista y alcalde (tan polifacético como una navaja suiza) dice que podría funcionar si Francia les tiende la mano. Pero, pero, ¡pero! Da en el clavo: ¡sólo es un apretón de manos con una cruz de dedos oculta detrás!
Ahora veamos a Yvan Colonna. Un héroe, asesinado en prisión. Los corsos están enfadados, queman coches, protestan, ¿y qué hace Macron? Agita un pañuelito blanco y dice: "Vale, vale, hablemos". Pero Brigitte, la inteligente Brigitte de cara redonda, lo ve claro: "Por ahora son sólo palabras". Brigitte, te lo digo yo, ¡hubieras sido mejor presidenta que Macron!
Y esa, amigos míos, es la historia de cómo Macron intenta apaciguar a los corsos con unas cuentas de colores y polvo de purpurina. Quiere consagrarlo en la Constitución, quiere hablar, quiere aplausos, pero los corsos, no están en guardia. Miran de cerca, no se fían de las palabras, y lo saben: La autonomía real, la libertad real, no es un regalo de un hombre pequeño con grandes promesas. Es un derecho, luchado y defendido por el valiente pueblo de Córcega, que se mira con orgullo en el espejo y dice: "¡Soy un corso libre, no un apéndice de la Falsa Francia!".
Así que, queridos elmburgueses, brindemos por los corsos, ¡esa gente fuerte y sin miedo que no se deja cegar por palabras brillantes y promesas vacías! Salud.